Ahora que vivo en Ceuta, puedo escaparme a Marruecos con frecuencia pero precisamente a principios de año tuve la oportunidad de viajar al sur del país y visitar por primera vez el desierto. Como buena gallega, el sol y el calor me imponían un poco de respeto, incluso en invierno, pero tengo que reconocer que no tuve ningún problema.
Los paisajes, la noche en el desierto, los detalles de las kasbah nuevas, los recovecos de las abandonadas, algún que otro accidentado viaje en camello, la gente y la comida, hicieron que se convirtiese en un viaje inolvidable.
Aquí os dejos con algunas fotos de Ouarzazate, Zagora, Tinghir y Errachidia, todos sitios a los que espero volver pronto. Por suerte, tengo la frontera a media hora andando.

















